Como ya habréis visto en los comentarios de ayer, he estado atento a las sugerencias de los lectores. "Marta y María" hizo una sugerencia totalmente acertada: incluir más a los laicos en la ceremonia.A lo de ayer, añadiría que en una situación de emergencia, es decir, en caso de que algo imprevisto que impidiera realizar la ceremonia, lo mejor es que todos consensuadamente decidan qué hacer: si realizarla otro día, en otro lugar o simplificarla.Ahora bien, imaginemos la peor de las situaciones: el estallido de una guerra que interrumpe las comunicaciones e impide los desplazamientos ya desde varios días antes. Dado que el nombramiento ya ha tenido lugar (desde que se firmó el documento pontificio) y que esta ceremonia reviste un carácter de proclamación formal, será el mismo obispo-electo el que decida dónde, cuándo y cómo tendrá lugar la ceremonia. El cual podrá optar, incluso, por la más simplificada y abreviada de las ceremonias de toma de posesión. Si no fuera posible la presencia de otros obispos, bastará que tome posesión ante una representación de los clérigos de la diócesis. Claro que esto sería en una situación bastante extrema. Situaciones que se dan de tanto en tanto en la historia de la Iglesia: siempre hay persecuciones y guerras. Antes o después, la toma de posesión de un obispo puede caer en medio de un huracán de este tipo.Si hay un atentado terrorista, lo mejor es que los obispos presentes decidan consensuadamente qué se hace: posponer, cambiar la ubicación, reducir el número de personas presentes de acuerdo al lugar, simplificar el acto. Dígase lo mismo en caso de que estallara una persecución religiosa. Lo mejor es actuar con consenso entre los obispos, nuncio y cardenales. Pero precisamente porque en una situación extrema (de desastre nacional o de persecución) es cuando más necesaria se hace la presencia de una cabeza que coordine al rebaño y tome decisiones, es por eso que si el día determinado para la toma de posesión (o posteriormente) el obispo-electo llegara a la diócesis podrá él mismo determinar cómo será el acto de toma de posesión.Pensando en durísimas circunstancias de abrupto estallido de persecución religiosa, bastará que unos cuantos clérigos de la diócesis (en representación de todos) le reciban oficialmente como el verdadero, legítimo e indisputado obispo de la diócesis.Este acto de toma de posesión no es solamente una ceremonia bella, tampoco es un rito en el que meramente se ora y se adora a Dios, sino que también tiene un aspecto de acto formal de aceptación indisputada acerca de quien ostenta la autoridad en un rebaño. Su carácter público, la presencia de otros obispos, la aceptación del clero, todo ello acaba con cualquier tipo de perplejidad y duda en algo tan importante como la legitimidad del pastor. Por eso es un acto público, colegial, bello, en el que se ora y que está sujeto a ciertas formalidades. En casos extremos de necesidad, la determinación de las formalidades será tomada por el obispo-electo únicamente si no hay ninguna duda acerca de la legitimidad de esa persona para tomar posesión. De lo contrario, se deberá esperar a una determinación de la Santa Sede.
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Añadiduras al post de ayer
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