La película Exodus quizá no sea posible hacerla peor; pero, desde luego, resulta difícil hacerla más cara.
Yo no digo que Hollywood tenga un plan contra el cristianismo y contra el Vaticano. Solo digo que si Hollywood tuviera un plan, no tendría que cambiar lo más mínimo su actuación de los últimos años.
Eso sí, lo que nos salva es que sus plúmbeos productos de gran presupuesto solo son comparables a las tan bienintencionadas como soporíferas biografías de serie B de los santos de la RAI y compañía. De ahí que todo quede bastante compensado.
La malicia de su discurso anticristiano solo es comparable a su falta de arte. Los tiempos de El nombre de la rosa quedan muy lejos. Los de La misión también. En ambos casos se puede aplicar lo de que una golondrina no hace verano.
Desde luego Exodus es tan mala que si California fuera una dictadura, yo hubiera hecho detener a Ridley Scott al día siguiente del estreno, acusado de echar a la basura 140 millones de dólares. ¡140 mi-llo-nes de dólares! Yo mismo con mis propias manos lo hubiera arrojado al Nilo lleno de cocodrilos. Y si hubiera podido hubiera llenado el río de Aliens.
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No se me va el mal sabor de boca de la película Exodus
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