Hoy he comido un magnífico y jugoso sándwich de pastrami con dos lectores que me han venido a visitar. Después hemos dado un encantador paseo por el claustro del Museo Arqueológico. Museo que antes fue un monasterio. Confieso que uso el museo para este fin con bastante frecuencia. Obsérvese, en la foto, la típica barba que suelen tener todos los profesores de filosofía, también llamada "barba de filósofo". Obsérvese también la cara de bondad natural que suelen tener todos los profesores de latín, esto suele ser muy frecuente. La cara de beatitud de los clérigos españoles es ya proverbial y no voy a añadir nada que no haya sido ya dicho.
Me causa un gran placer recibir visitas y más si las visitas son de lectores cultivados interesados en profundizar los temas abiertos en esas páginas.
Por la tarde, durante la misa, recibí la visita de un sacerdote cuya vida espiritual admiro en grado máximo. Un sacerdote que más parece un ángel que un ser humano. Yo no le llego ni a la altura de su zapato. Me fui a cenar con una española, un francés y una polaca a un restaurante de sushi. Fueron un español, un francés y un alemán a un restaurante? es el comienzo de varios chistes.
Por completar el post, ya que ha salido a colación el almuerzo y la cena, hoy desayuné lo de todos los días: un cuenco de kéfir, con fresas, nueces y cereales. Bueno, hoy no le puse nueces y en vez de fresas, puse frambuesas que me las habían regalado. Pero siempre desayuno lo mismo. Por si alguien tiene curiosidad, muchos días desayuno Cheerios. Pero varío con las cajas de cereales, siempre que no sean excesivamente azucarados. Si son muy azucarados los mezclo con copos de maíz normales, sin azúcar.
Durante la cena hablamos largo rato, la mayor parte del tiempo, acerca de cuestiones teológicas y eclesiales. Hoy día las discusiones están centradas en la polaridad tradición-progresismo. Pero, realmente, los polos de la teología son mucho más variados. Estar siempre dando la vuelta a toda la teología bajo esa dúplice perspectiva nos hace caer en un cierto reduccionismo. La teología como reflexión acerca de la verdad, como arquitectura del razonamiento, trasciende esa mera polaridad. El mero hecho de pensar continuamente de un modo polémico, inconscientemente, hace que caigamos en una teología al ataque que empobrece todo el pensamiento. La mejor teología siempre, a mi entender, es la que se realiza a la búsqueda del Ser y del ser de las cosas, es decir, la reflexión a la búsqueda de la verdad en estado puro. Aunque esto es más fácil de hacer que de decir.
Menos mal que en medio de todos estos pensamientos teológicos he contado el chiste de un señor que se moría en una casa de un pueblo a la hora de la cena. Nos hemos reído con ganas.
Ay, si hubiéramos podido arreglar todos los problemas de la Iglesia en esa cena, entre mis bromas y el sushi. Mientras que el almuerzo ha estado más centrado en el infierno y la condenación eterna.