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Ese entrañable viaje a Barbastro

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El pasado sábado tuve uno de esos momentos maravillosos, uno de esos días que recordaré durante mucho tiempo: nos reunimos todos los que en Barbastro cumplimos este año 50 años.

Fue tan entrañable volver a estrechar manos, abrazar y dar besos a aquellos con los que compartí los años de preescolar, EGB y secundaria. Tuvimos un cóctel, almorzamos juntos, tuvimos una larguísima sobremesa y después baile. Yo no bailé, por supuesto; el clero no baila. Pero me gusto tanto todo. Nos reunimos a las 2:00 de la tarde hasta las 11:30 de la noche. Yo me ausenté varias horas de la tarde a visitar a un primo mío que el día de antes había tenido un niño. Pero volví un rato a eso de las 9:00 de la noche. Me costaba separarme. 

¿Y cómo no me iba a costar? Si allí estaba Laurita, con la que compartí patio de recreo cuando los dos contábamos cuatro años de edad. En realidad, estábamos juntos desde los dos años de edad. 

Allí en la reunión estuvo Teresa, mi compañera de pupitre, que era como una madre: lo que se notaba a los trece años la diferencia de madurez entre chicos y chicas. Allí estaba Juan Emilio, tantas conversaciones profundas. La alegría y vivacidad de Ana, que ahora es abogada. Y tantos y tantos otros. Podría citar tantos nombres. Fue una delicia. Todos nos alegramos de vernos de nuevo. Me dio pena que no estuvieran allí los compañeros de Monzón. Si me lee alguno, por favor, que me contacte: Pilar Fajarnés, José Luís Coll. También me hubiera gustado tanto ver a Rosalía o a Silvia Armengol.

Ver a los compañeros de primaria (que aparecen en la última foto) fue conmovedor. Era como volver a las etapas más remotas de mi vida. Cuánto me gustaba jugar al pilla-pilla (lo llamábamos cadeneta, porque lo jugábamos de un modo un poco especial) y a la sueleta, las excursiones al Pueyo, a Los Campos.

Me apena tanto no volver a ver y a charlar a algunos de mis antiguos compañeros que no estuvieron. Uno tiene su corazoncito. Fueron muchos años juntos. Muchos buenos momentos.

Qué no daríamos ahora por podernos asomar por un agujerito y ver a todos en aquella aula donde escuchábamos las clases. Juntos fuimos al cine, juntos de excursión. Si pudiéramos ver aquellos momentos por un agujero...

La vida, qué gran motivo de meditación. Qué tema para llevarlo a la oración.


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