En pocos días ha habido varias noticias eclesiales sobre las que muchas personas me han preguntado: un encuentro en Roma, declaraciones del cardenal Schonborg, etc. Mi post de ayer ya era una prerespuesta a las cuestiones de hoy. Augusto fue un buen emperador, también Adriano. El primero lo hizo tan bien que supuso el marchitamiento del poco apoyo que quedaba a la democracia. El segundo se empeñó sobre todo en la paz, y además fue un buen administrador.
Las naciones y los imperios se consolidan con el buen sentido, con las decisiones colegiadas, cuando se huye de los apasionamientos y se impone la mayor racionalidad posible. Eso es válido para la Iglesia en su aspecto jerárquico.
¿Qué pienso de las noticias y más noticias eclesiásticas que suelen sacudir como terremotos las webs religiosas? Yo estoy a favor de las decisiones corales, del análisis sereno de todas las posiciones, de la conciliación, de la integración.
Esta postura (la de la integración) suele ser vista por el discurso de algunos como poco amor a la verdad, relativismo y tópicos por el estilo. Una palabra grandiosa que resonó en la Iglesia desde los primeros siglos y que resume todo es ?concilio?. No estoy diciendo que hay que convocar un concilio. No. A lo que me refiero es que los problemas intraeclesiales del siglo XXI deben ser abordados desde un espíritu conciliar, no desde una perspectiva de fortaleza asediada que, desde sus almenas, lanza dardos con sus potentes ballestas.
El coro, la belleza de la armonía? Sí, también podemos desear la aparición de una individualidad que realice en el campo del gobierno eclesial lo que santo Tomás de Aquino llevó a cabo en el campo teológico. Pero eso, aunque deseable, no suele ocurrir más que como excepción. Los pocos ejemplos de pontífices que hicieron eso en los siglos pasados no dejan de ser historiográficamente muy polémicos.
Una cosa es segura: las disputas teológicas no las vamos a resolver a pedradas entre nosotros. Hay discusiones provechosas y hay debates que solo son intercambios de agresiones.
Los golpes de puño sobre la mesa son imprescindibles en una película: todo buen guion sobre Papas requiere de ellos. Pero, en el mundo real, es el factor tiempo el que suele decantar las contiendas entre escuelas teológicas. Y muchas veces no se decanta por una postura, sino por la síntesis.
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In Petro non cum petris
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