Para los que me leéis desde el Cabo de Hornos o el de Buena Esperanza y no estáis al tanto de las noticias de España, os diré que ha habido muchos problemas con un master que ?estudió? la señora Cifuentes, bien conocida por sus ataques a los seguidores de Cristo (con la excusa de la igualdad) y por su master universitario, que nos moriremos sin saber si lo ?cursó?. Gracias al escándalo que se ha producido, nos hemos enterado de que hay títulos universitarios que se concedieron a políticos sin asistir a una sola hora de clase ni presentar ningún trabajo.
Yo tengo muchos defectos, bueno, en realidad, tengo pocos. Pero parte de los que tengo bien que los conocéis los que me leéis. Si hay un defecto que nunca he tenido ha sido la afición a los títulos. Por eso me sorprende que alguien se sienta honrado por poner más líneas en una biografía. Es como poner hojarasca en un curriculum. Pero el escándalo de Cifuentes nos ha corroborado en lo que ya habíamos comprobado con otros políticos europeos: la afición a la hojarasca.
Esto me ha llevado a reflexionar de nuevo acerca de quién debe estudiar entre el clero de la Iglesia. Siempre me ha parecido que estudiar la licenciatura en teología debe estar reducido al número de aquellos que vayan a ejercer una función relacionada con esos estudios. Y dígase lo mismo respecto al doctorado.
Tengo en el más alto concepto la Ciencia de Dios, una ciencia que todo miembro del clero debería cultivar toda su vida. Todo sacerdote convendría que profundizase en la teología, como parte de su vocación. El obispo debería ofrecer una lista de sabios presentes en la diócesis a los que poder acudir en busca buena bibliografía, de consejos, de guía en ese camino hacia la profundización en el conocimiento de Dios y de todas las materias relativas al ejercicio del sacerdocio.
Pero estudiar como trabajo debería estar reservado a los que vayan a trabajar en algo que requiera esos estudios: facultad, seminario, curia (derecho canónico), etc. De lo contrario se produce un gasto de recursos humanos y económicos que no tiene ningún beneficio para el rebaño de Dios y muy poco para la misma persona.
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Reforma de los estudios eclesiásticos (primera parte)
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