Sigue del post anterior. No se puede comparar el beneficio de un estudio tranquilo, sosegado, un poco cada día, media hora, por ejemplo. Un tiempo de estudio entremezclado en la armonía del trabajo parroquial. No hay mejor modo de estudiar que ese: mezclado con la labor por las almas y la oración.
El estudio orante, como lectio, en el silencio de la casita parroquial. El estudio relajado por el gusto del estudio. Bajo la guía de un venerable sabio. Porque no es lo mismo una mera rata de biblioteca, un mero erudito enamorado solo de sus libros, que un sacerdote sabio y santo. Esos sacerdotes sabios, cuando los hay, guían en el camino de la ciencia de Dios de una manera cualitativamente distinta que los meros ganadores de oposición a la universidad. Estamos hablando de realidades totalmente distintas: la mera acumulación de conocimientos, de libros, y la sabiduría acerca de la ciencia sagrada.
El sistema actual implica el desvío de grandes recursos para lograr una concentración de conocimientos especializados, a veces, increíblemente especializados que, en muchísimos casos, no se van a utilizar en nada. Os puedo asegurar que es así. ¿Cómo cambiar el sistema? Con dos grandes líneas:
Primera, solo será enviado a estudiar el que vaya a ejercer lo que estudia. Lo estudios tendrán un carácter instrumental.
Segunda, se favorecerá el cultivo de la ciencia sagrada en todos los sacerdotes, ofreciendo la guía de verdaderos sabios, sabios y venerables, que puedan ofrecer un acompañamiento para el que no busque meros títulos.
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Reforma de los estudios eclesiásticos (segunda parte)
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