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Hoy cumplo cincuenta años de edad

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Esta foto me la hice la semana pasada con el sacerdote que fue mi profesor de latín en Pamplona.
Hoy cumplo 50 años de vida. La existencia me ha ofrecido mucho más de lo que yo nunca pude imaginar al acabar mi feliz tiempo en el seminario. Ha sido esta una existencia más llena de experiencias, alegrías y encuentro con personas interesantísimas de lo que nunca pensé que sería mi camino en la vida.
Tampoco se me pasó por la imaginación que las conferencias serían parte integrante de mi trabajo. Siempre me imaginé en un pueblo pequeño como párroco. Venía de Huesca y era lo que siempre había visto. Mucho menos imaginé que me dedicaría a escribir libros. Pero el río del tiempo me ha llevado adonde me llevado.
No puedo decir que soy el resultado de mis decisiones, porque tengo la sensación de que estoy donde tengo que estar, que todo estaba escrito en mi destino. Cuando miro los años atrás, cosa que hago a menudo, tengo la plena certeza de que, más que tomar decisiones, me he dejado llevar. Y he acabado en un lugar perfecto, haciendo lo que creo que tengo que hacer: el Destino.
A mis 50 años os aseguro, en esto no hay nada de retórica, lo que más me llena, lo que más ilumina mi día, lo que más me insufla fervor, es la celebración de la santa misa. Dios me ha concedido sentir una inmensa devoción en el augusto sacrificio.
Alguien puede pensar que mi vida está muy centrada en los libros y no en las personas. Pero he de hacer lo que pienso que el Señor me pide.
El tema de mi vida espiritual no es algo de lo que me guste hablar en el blog. Paseando, no me importa hablar con el que me pregunta. Pero no por aquí. Alguien podría sacar la impresión de que Dios ocupa poco espacio en mis preocupaciones. Pero uno siente cierto pudor acerca de su propia alma.
Ha habido sinsabores en mi vida. O, mejor dicho, ha habido individuos que se han empeñado en hacerme la vida lo más dura posible, en denigrarme, en hundirme con todos los medios que tuvieran a su alcance. Lo peor es saber su nombre y apellidos. Trato de no pensar en ellos. Pero ha habido personas que se han portado muy mal conmigo. Estoy seguro de que son infelices. Nadie puede ser feliz y atacar a otra persona que nada malo le ha hecho. Yo no busco hacer daño a nadie, busco el bien de todos. Pero, desde que salté a la fama, siempre ha habido alguna persona que ha considerado que atacarme era hacer un bien a la Iglesia. Si yo os contara cómo me han atacado y los círculos concéntricos que esos ataques han tenido, como una piedra que se lanza en una laguna. La onda es pequeña en la superficie, pero el agua se vuelve turbia en el fondo durante mucho tiempo. Después, otros lanzarán más piedras, pensando hacer un bien, de nuevo.
Pero otro don que el Señor me ha dado es la paz. En medio de las tormentas, mi alma siempre ha estado en paz. Ha sido un don. Siempre he tenido paz y buen apetito.
Ahora afronto no la segunda mitad de mi vida, sino los, tal vez, tres decenios que me quedan. Y ni siquiera puedo contar con los tres: desde los 70 años veo como muchas personas entran en una clara decadencia mental, además de física. Lo que tenga que hacer debo hacerlo en los próximos veinte años. Un saludo y un abrazo a todos los que estáis detrás de esta pantalla, a aquellos por los cuales mi voz resuena.


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