Lo de que soy ese niño de la pintura es broma: ¡no lleva gafas! Hoy he dedicado buena parte de la mañana a hacer limpieza de los armarios. ¡Qué cantidad de papeles! (También polvo.) Eso sí, cuántos recuerdos. Recuerdos tiernos palpitando en medio del polvo. Pero, al final, lo que no usamos durante varios años hay que tirarlo. Cuando me muera, deseo que el único archivo que deje sea mi Biblioteca Forteniana, nada más; ni un solo papel más.
Hoy he encontrado, en una carpeta, un escrito de 25 páginas sobre la posesión. Ese escrito se lo presenté a mi obispo cuando yo contaba con 27 años llenos de inexperiencia. Ese escrito provocó que mi prelado me encargara que hiciera de esas pocas páginas la tesis de licenciatura. Allí mi vida entera dio un giro radical.
Lo curioso es que no tenía ni el más mínimo interés en hacer esa tesis doctoral. Ese escrito de 25 páginas era uno más entre otros muchos de temas dispares, ya entonces ocupaba mis ratos de descanso en escribir. Pero justamente esas pocas páginas cambiaron mi existencia.
Ni me he molestado en leer esas pocas hojas: un escrito totalmente prescindible. Lo he tirado a la basura sin pena por no echarle una última hojeada antes de que desaparezca en la nada.
Junto a él había un escrito sobre lo que es una catedral (ya entonces esa adicción), otro de consejos a los obispos (yo había sido secretario del mío), otro con consejos a confesores. Sea dicho de paso, hay que ser temerario para escribir esos consejos a confesores siendo tan joven.
En la juventud yo fui tan ignorante como audaz. La audacia de la ignorancia. Fui temerario al escribir sobre la posesión como lo fui al dar consejos a los obispos en un escrito que publiqué bajo el título La mitra y las ínfulas. Ese escrito requiere de una buena y entera revisión si lo quiero dejar en Biblioteca Forteniana, lo tengo en tareas pendientes. Vergüenza me da pensar lo que pude escribir a esa edad. En fin, la audacia de la que he hablado antes.
También escribí, hoy lo he encontrado, un comentario al Cantar de los cantares. Esas hojas las tengo que leer con detenimiento, porque esas sí que pueden ser muy interesante. Redacté esas hojas lleno de amor a Dios antes de ordenarme. En cuanto lo revise, probablemente, os lo diré por aquí para que lo lea el que lo desea online. El amor puede ser muy intenso en alguien muy joven. Y ese escrito nació del amor. Los otros nacieron de la soberbia y el desconocimiento, ahora lo reconozco.
Que Dios perdone todos mis errores, también los literarios. Espero no acabar como santo Tomás de Aquino queriendo quemar todos mis libros al final de mi vida. Menos mal que los pdf son difíciles de quemar.
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El padre Fortea de niño
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