Hoy he estado toda la mañana en el infierno. Estoy con el libro sobre el averno, y la mañana entera y verdadera la he dedicado a deambular por esas regiones. El día de ayer tan soleado, tan agradable y primaveral, se presentaba como una fuente de desinspiración. Mientras que la jornada de hoy, totalmente gris, fría, ayudaba. La verdad es que bromeo. Podría escribir sobre el infierno incluso en mitad de una vida. Aunque, hoy día, no hace falta esperar mucho para que bodas se conviertan en un escenario especialmente propicios para escribir sobre el tártaro.
Toda esta reflexión de horas sobre el infierno ha culminado en un bacalao al pil pil y unas patatas cocinadas con lentitud con cilantro y dos tipos de quesos, y unas rodajitas de chorizo de pavo bajo en colesterol. Me habían regalado un panetone ayer que ha estado muy bueno como postre.
No hay nada como culminar mi trabajo teológico con una buena comida. Escribir de buen humor claro que influye en la teología. Calvino debía tener unas digestiones pésimas. Digamos lo mismo del puritanismo inglés, alimentándose de nabos y zanahorias hervidas. Esos sujetos veían la predestinación (adonde fuera) casi como una liberación. El catolicismo siempre ha sido una cosa muy distinta.
Post Data: Probablemente, después de cenar escriba otro post sobre Cataluña. Muchos queréis y ya sabéis que no os niego nada.
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Trabajando en canteras de pensamiento
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